jueves, 25 de junio de 2009

Insectos


Lombriz de tierra


Soy una chica solitaria.

En mí los anillos se enlazarían dando vida a los órganos. Tan sólo dos orificios y un sentido de percepción: tacto. ¿Se trataría de una broma…? Hermafrodita; aún así la cópula tendría lugar en mi ciclo reproductivo. Me llamarían lombriz de tierra, no me arrastraría sino bailaría al son del corazón ígneo. En mi singular figura el infinito quedaría a la vista de mi cuerpo con todas sus contradicciones.

Ayer tragué tierra al hundirme por el océano, si es que estuvo bien decir tragar, pues mi boca fue también un ano que comunicó con otro ano que fue otra boca y así lo más pequeño y lo más grande tuvieron lugar en mí a una vez.

Hoy expulso la tierra y asomo mi piel en el cráter de un volcán, sin ver, ni oír, tampoco oler, es mi piel copulando ardiente y deseosa por anular la perfección que hace de otra lombriz una extensión de lo mismo y la imposibilidad de amar.

Mañana me encontraré en el límite de la perfección e iré tras la luz que dejarán en calidad de promesa las estrellas muertas; no habrán más luces, no me interesarán sino aquellas que hablarán del fin en el comienzo, de la misma forma como vivirán dos personas que se aman, cada instante como único y último, cada acto como un sueño de morir, desnudas juntas y abrazadas, aún sentirán celos de las arrugas que el tiempo colocará para esconder algo del cuerpo de la otra persona amada.

Nunca. Mi corazón siendo todo mi cuerpo, bailando y moviéndose con percusión atónita, sin melodía ebria, armonía caótica. Reconociéndome como defecto, anhelo, ausencia. Movimiento ondulatorio. Pasando por la tierra como una promesa de vida. Alimentándome de ella, oxigenándola y abonándola. Enterrando-me… dentro de la tierra… dentro de mí misma… una onda que se alcanza a sí misma.

(Acrílico: Sin título, por: Edwing Pinzón Games)